Tumbas en el Cyber Espacio

Por Miguel Ángel Molfino

Resulta que tres de mis amigos han muerto en los tiempos de Facebook. 

Pero sus muros están ahí todavía, persisten tristes y glaciales como los mármoles y el granito de los mausoleos, parafraseando a Borges.

Allí no hay más vida. Sin embargo, de un modo curioso la hay.

Los amigos seguimos visitando sus muros para saludarlos para el cumpleaños, para decirles que se los echa de menos y hasta algunas amigas depositan conmovedores memes de rosas rojas o crespones.

FB ha levantado los primeros cementerios del cyber espacio.

Y ellos, los amigos, sonríen eternos desde las fotos, desde aquellas remotas playas, desde los abrazos en aquel mítico asado en el que todos brindan a cámara, selfies ya desangeladas, besos ahora fríos o imposibles, payasadas en el jardín disfrazados de árabes con sábanas robadas a las camas, la vida congelada en las cámaras heladas del wi-fi.

Con FB la pérdida, el sentido más hondo de la pérdida, parece disolverse en las bóvedas consteladas de likes que dejan flotar los féretros digitales mientras giran y giran en la ingravidez simple y sincera de los megabytes.

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