Me asomé a la vereda lluviosa y giré la cabeza hacia la derecha; vi al fondo de la calle, que a esa altura desciende, la copa de un lapacho florecido contra las paredes grises del edificio de la Aduana.
Me asomé a la vereda lluviosa y giré la cabeza hacia la derecha; vi al fondo de la calle, que a esa altura desciende, la copa de un lapacho florecido contra las paredes grises del edificio de la Aduana.