Pamela Fierro: “La escritura es lo más cercano a una pasión”

Reciente ganadora del Premio de Poesía Alfredo Veiravé con El hambre de los espejos, Pamela Fierro se zambulle en nuestro cuestionario y asegura que “escribir es un trabajo, un trabajo que salva”.

Usted escribe y es reconocida por eso. Pero en realidad ¿en qué asunto es bueno/a usted?

Creo que soy realmente buena conduciendo autos y tomando decisiones equivocadas. 

¿Emoción contenida y bajo control o emoción desenfrenada?

No podría decir que algo en mi vida está “bajo control”. Sin embargo, en el trabajo y en el manejo de los asuntos cotidianos me definiría como un río manso. También un poco dispersa.

En la escritura intento salirme de ciertos lugares comunes, no quiero decir que lo logre pero es lo más cercano a una pasión, a no dejarme llevar por las formas. Sufro y gozo, todo intensamente y sin frenos. 

¿Está bien o está mal robar libros?

Mi mirada sobre el tema no es moralista. Creo que los libros y las plantas deben ser robados.

Una vez robé un libro por derivación, es decir, no fui a la librería con la intención de llevarme una yapa. Cuando estaba en la caja para pagar los libros que efectivamente iba a comprar, apoyo una carpeta en el mostrador y al salir de la librería, a dos cuadras, me doy cuenta de que algo en el peso de la carpeta se había alterado, miro y era un libro de Foucault. Me detuve en seco y mantuve una lucha esporádica entre la decencia y el sacrilegio. Por supuesto ganó el segundo y Foucault se quedó en mi biblioteca.

Sin embargo y, por las dudas, me suelo abstener de prestar libros para conservar mis amigos. 

¿Escribir es un trabajo? ¿Y leer?

Escribir es un trabajo, pero un trabajo que salva. Algo así como lo decía Clarice Lispector, que escribir es una maldición, pero una maldición que salva. Justo ahora estoy leyendo un librito maravilloso de Juan Villoro (qué libro de Villoro no lo es), “La pasión y la condena”. Es un ensayo breve en el que reflexiona acerca de la escritura, de lo que conlleva corregir, borrar, volver a empezar, excluirse un poco también. Hay algo de sacrificio, a veces, y el escritor “en aras del placer, acepta una condena”.

Leer tiene mucho de esa tensión, hay goce y trabajo. 

Yo leo desde los cinco años, mi madre lee como si bebiera agua y mi vida laboral está cimentada en la lectura. Me muevo en esa geografía con límites dispersos, elegir mis propias lecturas, dar de leer a otros. La lectura es un borde de la literatura, no recuerdo quién lo dijo. Es el momento en que la escritura se une a la experiencia de leer. 

Y, en esa experiencia, no todo es placer y no todo es trabajo.

En un barco que se hunde hay un poema, un cuento y un ensayo. Usted puede salvar sólo a uno. ¿A cuál salva?

Sin dudarlo salvo al poema. 

Si acaso un virus mortal se desatara sobre la Tierra y, aunque suene inverosímil, nos viéramos obligados a implementar una cuarentena. ¿Con qué personaje de ficción le gustaría pasar esa cuarentena?

Lo inverosímil está en decadencia. Al margen de eso, yo elegiría a la “Loca del Frente”, la protagonista de la novela Tengo miedo torero de Pedro Lemebel. Por si alguien no sabe de qué estoy hablando, ella es un personaje que vive una pasión amorosa imposible con un revolucionario, en plena dictadura chilena. 

Es una historia que en una primera impresión aborda la homosexualidad en una Latinoamérica de dictaduras. Yo me atrevería a decir que más bien desgrana la heterosexualidad y la pone en tensión.  

La Loca del frente sería mi compañía ideal para que llene la casa con boleros y canciones de Sandro, con sahumerios y chismes mientras hace bordados en manteles.

Complete la oración con el título de un libro:

  1. Menos mal que no escribí… El amor en los tiempos del cólera. Demasiado pretensioso.
  2. Cómo me hubiera gustado escribir… La anunciación de María Negroni. Casi cualquier libro de ella. Este en especial, por el tono poético y por las formas desafiantes que utiliza para tocar temas como la dictadura, el peronismo y la militancia.

¿Qué cosas propias o ajenas le avergüenzan?

Me avergüenza ser celosa de la gente que quiero, aunque en general no lo manifiesto. 

No me gustan los discursos pontificadores, los repartidores de moral. Me provocan vergüenza ajena.

Un consejo, pauta, o cosa por el estilo para alguien que recién se larga a escribir, o que ya lo venía haciendo pero con muy mal tino.

En principio les diría que lean. De prestado de robado o de comprado, pero que lean. Que sin importar el estilo o el género por el que los lleve la escritura, no se olviden de leer poesía, además.

Y por último, que hagan talleres porque es importante y necesario que otros nos lean.

Lo mejor de la literatura es… que genere incomodidad.

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