Melina Torres: “Está dios que creó esta humanidad desastrosa y están las y los escritores que crean historias geniales”

Melina Torres nació en Santa Fe y vive en Rosario. Es la creadora de Silvana Aguirre, personaje arrollador a partir del cual Melina reinventa el policial negro de Argentina adentro, de lo mejor que ofrece el género en la actualidad. 

Silvana Aguirre protagoniza los tres relatos de Ninfas de otro mundo (que publicó Ivan Rosado en 2016) y la novela Pobres corazones (2021, Suma), que obtuvo una mención en el Premio Nacional de Novela Sara Gallardo. 

Ahora, Melina deja por un momento la calma del policial para sumergirse en el fango de Lo importante:

-Haga una autocrítica de su obra. ¿Qué es lo mejor, qué aspectos debería mejorar?

-Lo mejor de mis libros es el arte de tapa. Debería mejorar lo que está entre ella y la contratapa. 

-¿A qué cuento, a qué poema se parece el mundo actual? ¿Por qué?

A “Nuestros días mortales”, de Joaquín Gianuzzi, porque como humanidad “a veces cantamos, en la noche, para robar la llama a un remoto paraíso y después retornamos, tambaleando, al infierno  que desde hace tiempo rehúsa la morada insensata del mero pensamiento”. 

-¿Qué parte de la tercera copa del mundo le debemos a usted?

-A esta señora que se agita tres veces a la semana solamente nadando mil quinientos metros,  el mundo del deporte no le debe absolutamente nada.

-¿Cuál es la parte placentera de su oficio? Expláyese, por favor.

-Ah, bueno, darle forma a los malos pensamientos y hacer algo productivo con ellos.  Es como cualquier oficio, tiene sus partes trabajosas pero siendo honesta no cualquier oficio puede inventar un mundo. A riesgo de resultar pedante: está dios que creó esta humanidad desastrosa y están las y los escritores que crean historias geniales. No sé usted pero yo prefiero la congregación de la literatura. 

-¿Por qué su oficio es necesario para que el mundo siga en pie? ¿Y por qué no?

Absolutamente necesario, porque al decir de Bea Vignoli “si no nosotros, entonces quién nos consolará de estar tirados acá”. 

-¿La obra es propiedad suya o somos libres de compartirla? ¿Por qué?

-¡Qué pregunta! La propiedad de mis libros es mía en un 10 por ciento, el porcentaje restante se lo tendrá que preguntar a Martín karadagian, la momia y la scola do samba que viene con ellos.

-¿Qué fue lo último que aprendió de su oficio?

-A apoyar los isquiones* sobre el sillón. A no escribir emulando el physique du rol del jorobado de Notre Dame y a tener a mano el número de una osteópata. (*Son unos huesitos que notás en cada cachete del culo, o en el glúteo para ser más fina).

-¿Usted hace lo que hace para evadirse o porque tiene algún mandato que cumplir?

-Mire qué justo,  en este mismo momento cada vez que me despierto se me aparece la escena del café tibio (porque parece que hoy en día todas las cafeterías hacen el dibujito con la espuma pero no calientan la infusión) que me invitó mi editora cuando le juré que le iba a entregar la novela en tiempo y forma. Ese mandato me está picoteando la cabeza todo el día. Pero a riesgo de confesión me invento mil y una cosas para evadirme de toda la cuestión. 

-¿Por qué insiste en regalar tanto ese libro? 

-Porque cada vez que regalo Los Sorrentinos de Virginia Higa me devuelven un sinfín de anécdotas maravillosas. Algo debe tener ese libro. 

-Un consejo, pauta, o cosa por el estilo para alguien que recién se larga a escribir, o que ya lo venía haciendo pero con muy mal tino.

Mi consejo es caminar a diario, mínimo una hora, y si se puede rodeada de árboles, esto lo digo totalmente convencida. Pero Stephen King trazó una serie de pautas y premisas que son extraordinarias en un libro llamado Mientras escribo. La elección depende de cada cual, pero por algo Stephen King es el maestro y una es quién es. 

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