La canción te da todo

Por Federico Watkins

El periodista Martín Pérez siguió veinticinco años a Andrés Calamaro por una ruta de música, rimas y algunos excesos y lo fue contando en una serie de crónicas para medios de Latinoamérica y España. The Calamaro Files, editado por Gourmet Musical, las reúne. 

Martín Pérez dice que la cuestión comenzó hace muchos años con una nota que hizo sobre Calamaro: “¿Cómo sabe todo eso?”, se sorprendió el Salmón. Ahí pegaron onda y lo que Pérez venía escribiendo se convirtió en otra cosa. Fue, a veces más cerca, a veces más lejos, compañero, amigo y cronista de un tipo que quemó caucho como loco en la búsqueda de la canción perfecta y que ahora es feliz con hacer canciones, a secas, objetivo que bien vale una vida. 

En varios momentos del cuarto de siglo que va desde 1994 a 2019 Pérez anduvo por esa área chica. The Calamaro Files libro reúne un greatest hits de crónicas aparecidas en medios como Radar, de Página/12, La Mano, Zona de Contacto (Chile), Efe Eme (España), además de las liners notes para cada uno de los discos solistas que El Cantante sacó en esos años: la historia suele poner a los cronistas en bellas encrucijadas con sus objetos de estudio. Sobre todo a los cronistas bonzo, es decir, a los periodistas musicales. Forjadas en las trincheras llenas del humo de la noche, sus crónicas llevan esas huellas, y en cada oración vibran el pogo y el ambiente denso. La historia que está sucediendo a la vez que es contada. Un recital, un encuentro tumultuoso, una reunión de trasnoche en un depto de Madrid mientras suceden las sesiones de Honestidad Brutal. Un estado de estupefacientes, rock y sala de ensayo. Textos, como se suele decir, urgentes, resacosos.

Martín Pérez quiere que revivamos esos Calamaros. El pasado en presente. El fin de Los Rodríguez, la sequía, el anonimato, el trabajo como productor de otros artistas, el rush de tres años con la trilogía involuntaria de la resurrección: Alta Suciedad, Honestidad Brutal y el desmesurado El Salmón, el álbum quíntuple con el que el artista quiso llamar la atención de Bob Dylan. 

Un acercarse al universo de un tipo al principio resistido, luego ignorado y finalmente consagrado. Pérez se prodiga en entrevistas profundas, crónicas de recitales, reseñas y, para dar justo contexto, charlas con personajes clave en esa ruta: Ariel Rot, Cuino Scornik, Javier Limón, Juanjo Domínguez y Cachorro López.

Martín Pérez es poeta y periodista y una figura en sí: ha dedicado su carrera a difundir fenómenos musicales y culturales (libros, comics, cine, etc) para medios como Página/12, La Mano (es uno de los fundadores), suplementos culturales de diarios de Uruguay, España, Paraguay y Chile. Además mantiene su no-programa Música Cretina, un espacio único de descubrimiento musical.

Este libro es un nuevo ladrillo en una pared pequeña, que podría enmarcarse en la categoría “Un solo periodista recopila las mejores notas que le hizo a un solo artista”. Entre sus pocos antecedentes directos podemos nombrar el de Chet Flippo, On the Road with the Rolling Stones, y García, de Fernando Sánchez y Daniel Riera, que recopila quince años de entrevistas a Charly. 

Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido: The Calamaro Files también se lee como el desarrollo del cronista. Hay evolución estilística y conceptual en textos que, con buen juicio, su autor no editó, ni corrigió o actualizó. Esto es la guerra motherfuckers, y un cronista bélico tiene balas incrustadas en el casco. La historia leída como fue dicha, en ese riguroso hoy tan bien conservado en el papel. Pérez: “Si el primer capítulo es mayormente misceláneo, con textos casi testimoniales o revisiones de su obra, es porque entonces las notas principales les correspondían a otros periodistas que, por derecho propio, estaban antes que yo. Recién del segundo capítulo en adelante, allanado el acceso al artista, llegan los artículos de portada que son la columna vertebral de esta antología”. 

Con su autor de aquel lado de la línea, este libro es el registro salteado, aleatorio pero preciso, de veinticinco años de ascensos y caídas, de revelaciones, de epifanías, de momentos de intimidad donde en el aire que había entre entrevistado y entrevistador solo podía entrar una canción. 

O una confesión: “La verdad, hubiera preferido que Miguel hubiera cantado Mil horas y Sin Gamulán”. “¿De verdad?” “¿Sí. De esa manera Los Abuelos de la Nada me parecerían el grupo perfecto”.

Pérez escribe durante esos años informado y cómplice, con el lazo de la cercanía. Y en un momento se da cuenta de que todo eso que forjó por carta, mail, teléfono, subiéndose al bondi, al Buquebús, a la bici, era algo. Nada más ni nada menos que una historia.

La historia que importa. Calamaro y lo que mejor hace: canciones. Canciones como hilo de vida, como una forma de hacer las cosas. Podrá cambiar todo disco a disco (y cambia, y cómo) pero siempre hay una intención, una sinceridad brutal sostenida en el tiempo que Pérez declina contar en tono académico: elige la parte asfáltica del relato, de la descripción, la sección humana del mito, la cercana, la que más en contacto está con ellas, las canciones. El artista muestra los hilos de la hechura y Pérez está ahí: en Argentina, en Madrid, entrevistado y entrevistador. 

Si Calamaro es uno de los que puso a la palabra canción como estandarte, que militó su importancia como una pieza que excede a la música, en estas crónicas Pérez se erige en cómplice, el que no lo deja salirse de esa senda para hablar siempre de ellas, de su espíritu, de sus letras, de sus rimas como centro de gravedad. 

Porque si vamos a hablar en serio, es la única que va. El resultado final que opera en The Calamaro Files es que no es nada más que sobre Calamaro. Es sobre cómo la música funciona en la historia no solo de él sino de las cientos de miles de personas que conforman su público en Argentina, España y Latinoamérica. A cada uno de esos públicos, Pérez le contó algo en su momento y se lo está volviendo a decir ahora. 

Leemos un diálogo en el que el Cantante le pregunta al Periodista si él escribía una nota por día. Ante la respuesta afirmativa, el Cantante le repregunta: “¿Y qué tiene de raro que yo también escriba una canción por día?”. En esa charla está el núcleo de la recopilación: hay historias y hay canciones que nos atraviesan la vida. Como cometido de un libro de música, suena más que bien. 

Dejá un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.