Joaquín Vázquez: “Mi oficio es necesario porque es inútil”

Con sus Crónicas de infancia (Kintsugi ediciones) recién estrenadas, Joaquín Vázquez da cuenta de una sensibilidad particular para conectar infancia y filosofía. Valiéndose de su experiencia como docente de escuela primaria, Joaquín recupera el testimonio, frases, anécdotas, de niñas y niños que, de pronto, se entregan a la pregunta más trascendental. Así como Joaquín Vázquez se entrega ahora a responder lo que importa.
-Haga una autocrítica de su obra. ¿Qué es lo mejor, qué aspectos debería mejorar?
-No voy a decir qué me parece lo mejor, voy a decir qué es lo que más me gusta de las Crónicas de infancia: los pasajes en los que aparecen las voces de quienes fueron mis alumnxs de filosofía en el primario. Su espontaneidad fuera de todo cálculo es lo que más me gusta del libro. Creo que fui todo lo fiel que pude a ese decir tan infrecuente al oído adulto.
Como contraparte, lo que menos me gusta de mi libro son los pasajes en los que tiene más protagonismo mi yo, pero me fue necesario para poder armar los dos arcos narrativos que lo estructuran.
-¿A qué recuerdo, a qué poema se parece el mundo actual?
Este mundo se parece a La cola, ese cuentazo de Fogwill en el que un tipo de lo más cínico, que trabaja haciendo el laburo de prensa de un banco, cubre la muerte de Perón en la calle, negociando el material y la información obtenida con gente que está muy metida y que tiene una visión puramente recaudatoria de la política.
El muerto, hoy por hoy, es el sentido. Todos estamos en la cola para poder verlo, pero el cadáver va a empezar a largar olor a podrido antes de que nos toque a nosotros darle un beso en la frente. De hecho, ya hiede. De hecho, ya se cerró el cajón. Ya no podremos ni siquiera dar fe de haber visto sus restos. Quizá fuimos contemporáneos. Recaudar o morir, ¿hay opción? Me gustaría creer que sí, pero no sé dónde está ni cuál es.
-¿Qué parte de la tercera copa del mundo le debemos a usted?
-Por circunstancias que no tienen que ver directamente con mi voluntad, nací en Rosario, tierra natal de Messi y Di María, y resido actualmente en Río IV, tierra natal de Pablo Aimar. ¿Qué se me debe? El acierto de coincidir. Perdón, me puse telúrico. Hablando en serio, mi mayor aporte para la obtención de la última copa fue la devoción estética ante el acontecimiento contemporáneo más grande del arte argentino actual: la scaloneta.
-¿Cuál es la parte placentera de su oficio? Expláyese, por favor.
-Lo primero que disfruto es el momento de escribir avanzando a tientas, sin saber hacia dónde va el nuevo proyecto. Me son placenteras la incertidumbre inicial y el trabajo para construirle un destino a lo que escribo.
Después de eso disfruto de la parte social de la literatura: presentaciones, algún viaje, alguna lectura. En todo eso media la cerveza.
-¿Por qué su oficio es necesario para que el mundo siga en pie? ¿Y por qué no?
-Mi oficio es necesario porque es inútil. Somos pocos los que sentimos empatía por lo inservible. Si no nos ocupáramos de eso, ya hubiese desaparecido, como las orcas. Escribir es como ser de Greenpeace, alguien tiene que filmarse haciendo algo presuntamente bueno para que el resto de la gente todavía crea que se pueden hacer cosas buenas. Sólo que no me compete el bien, me compete que el relato que se haga de eso sea verosímil.
-¿La obra es propiedad suya o somos libres de compartirla? ¿Por qué?
Compártanla, por favor, pero después de comprarla.
-¿Qué fue lo último que aprendió de su oficio?
-Aprendí que aunque haya libros que me parecen una basura todos los autores somos colegas. Eso no nos libra de leer críticamente ni de tener nuestras preferencias, solo si tenemos algo de suerte, nos acomoda en la palmera con el resto de los monos.
-¿Usted hace lo que hace para evadirse o porque tiene algún mandato que cumplir?
-Para evadirme, sin dudas. Aunque creo que de los mandatos no hay escapatoria, alguno siempre te muerde los pies.
– Un consejo, pauta, o cosa por el estilo para alguien que recién se larga a escribir, o que ya lo venía haciendo pero con muy mal tino.
-Le diría: tené cuidado con los que moralizan sobre el oficio; tené miedo de los que usan poncho y alpargatas porque esconden un facón; no te babees con la moda ni te engalanes con los flashes: cualquiera se saca selfies y sonríe para la foto.
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