Ernesto Gallo: “Un pescador de altamar”

Acaba de publicar VOZ DE VACA, su primer libro de cuentos. Un volumen que, en realidad, puede leerse como la grandiosa fragmentación de tres hermanos que deben aprender un idioma que, a la vez que los contiene, los desborda: el idioma paterno. Ernesto Gallo (Resistencia, 1997), se toma ahora un tiempo y lo dedica a lo que de verdad importa.
-Haga una autocrítica de su obra. ¿Qué es lo mejor, qué aspectos debería mejorar?
-Es raro hablar bien de uno mismo, pero creo que en el último tiempo me acerqué bastante a lo que sería una voz narrativa propia, una voz más en el montón, bastante animalesca y bruta, pero propia al fin.
Por ahí me parece que mis cuentos podrían ser más largos, a veces creo que podrían ser novelas. Me han dicho que mis cuentos daban para extenderlos, contar más detalles y todo eso. Tiendo a lo breve, pero me encantaría poder escribir una novela de doscientas páginas.
-¿A qué cuento, a qué poema se parece el mundo actual? ¿Por qué?
-El mundo de hoy es muy parecido al ambiente de La metamorfosis de Kafka y Bartleby, el escribiente de Melville. En el caso de Kafka, es un escritor que narra de una manera brillante la desimplicación de las personas, y creo que esta época se caracteriza por la efervescencia de las pasiones pero de una manera desafectada, el odio es una, y esto se puede ver por ejemplo en los heaters de internet donde lo ejercen pero desimplicados de ese mismo odio que escupen atrás de la computadora. Y Melville retrata la soledad y la melancolía hasta llegar al mutismo. Creo que nuestro tiempo es el de la melancolía y el de la desimplicación y estos dos escritores son maestros en narrar esos aspectos de la condición humana.
-¿Qué parte de la tercera copa del mundo le debemos a usted?
-Nada en absoluto, fui un grito más en la multitud –y me encantó– que alentó y celebró la tercera copa del mundo.
-¿Cuál es la parte placentera de su oficio? Expláyese, por favor.
-Me gusta cuando aparece eso que no estaba en el plan, en la idea de la historia que tenías para escribir. Siempre me pasa cuando estoy escribiendo que surge algo que no había imaginado, eso que viene de un lugar enigmático. Y después lo que disfruto mucho del oficio es el encuentro con otros lectores, con otros escritores, me puedo pasar horas hablando de literatura.
-¿Por qué su oficio es necesario para que el mundo siga en pie? ¿Y por qué no?
-Sin la literatura el mundo sería gris y lleno de cenizas, como es el paisaje que retrata tan bien Cormac McCarthy en La carretera, así sería el mundo sin literatura.
-¿La obra es propiedad suya o somos libres de compartirla? ¿Por qué?
-Es un tema ríspido. No es propiedad mía la obra. Pero sí hay una cuestión económica con las editoriales, me parece importante la comercialización del libro para que las editoriales sigan en pie. Lo ideal sería que los escritores podamos vivir de lo que escribimos y publicamos, pero estamos tan lejos de eso que ahora lo importante es cuidar a las editoriales.
-¿Qué fue lo último que aprendió de su oficio?
-Lo último que aprendí del oficio fue con Salinger, cómo no. Releyendo los nueve cuentos, en particular uno, “Linda boquita y verdes mis ojos”. Salinger llegó a un punto de maestría donde trabajó con lo sucia que tenemos la cabeza. El tipo te insinúa las cosas, nunca las narra del todo, pero vos como lector completás el drama, y siempre es lo peor de todo lo que imaginás.
-¿Usted hace lo que hace para evadirse o porque tiene algún mandato que cumplir?
-Seguro que no tengo un mandato que cumplir, nadie te pide que escribas, nunca, y menos cuando empezás. Tampoco es por evasión, aunque sí, hay algo de evasión. Es por placer, por diversión, pero sobre todo lo hago para llegar a escribir lo mejor que pueda, para acercarme algo a la literatura de los escritores que admiro y envidio.
-¿Por qué insiste en regalar tanto ese libro?
-Regalo mucho Bajo este sol tremendo, y Una casa junto al tragadero. Son dos libros que me encantan y que me volaron la cabeza, los regalo porque quiero que les pase algo parecido a los otros, o porque me da curiosidad qué le pasara a otro cuando lea.
-Un consejo, pauta, o cosa por el estilo para alguien que recién se larga a escribir, o que ya lo venía haciendo pero con muy mal tino.–En principio, le diría que busque la especificidad del oficio. Que discrimine entre los discursos cercanos. La literatura no tiene nada que ver con el psicoanálisis, ni con la psicología, ni con la filosofía, ni con la historia, ni con el periodismo, y tampoco -aunque es difícil aceptarlo- con el cine. La relación de la literatura con esos otros trabajos es la misma relación que hay entre la mecánica y la carpintería. Además le diría que se busque maestros y amigos que compartan la locura por la literatura. Eso que dice Bolaño acerca de que si hubiera que elegir con quién ir a robar un banco, elegiría una banda de poetas, es verdad, hay que encontrar esa junta y tenerla cerca. Y por último le diría que no crea que este oficio es más importante que el de una maestra jardinera o el de un pescador de altamar.
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