El origen de las cosas

Por Laura Aguirre
¿Dónde comienza y termina una región? ¿Dónde comienza y termina una lengua? Las obras de Marina Closs plantean esas preguntas de manera bella, singular y extraña.
En su narrativa hay una pregunta por los comienzos. Una fascinación por la historia y el pasado, y al mismo tiempo por los mitos y el lenguaje que creamos para acercarnos y alejarnos del presente.
Marina Closs nació en 1990 en Misiones, pero hace varios años que no vive en la provincia. El dato biográfico es relevante porque la escritora hace de Misiones, de su lengua y sus formas de vida, una zona de exploración estética. Desde ese lugar, la autora mira el mundo y crea sus propias fantasías en relación con los comienzos.
Marina Closs publicó obras como Tascá Skromeda, el peor más pobre (Neural, 2019), Monchi Mesa (Bajo la luna, 2021) y La despoblación (Blatt & Ríos, 2022). Me detengo en Tres truenos, libro ganador en 2018 del concurso de cuentos del Fondo Nacional de las Artes y que cuenta ya con cuatro ediciones.
El libro contiene tres monólogos: Cuñataí o de la virginidad, Demut o de la paciencia y Adriana o del amor verdadero. Con voces extrañas que parecen venir de otra parte, tres mujeres cuentan sus historias.
“Tengo el nombre Vera Pepa y nací mirando el monte”, así comienza la historia de una mujer mbyá guaraní que queda embarazada de gemelos luego de ser violada. Sobre ella pesa el estigma de un supuesto adulterio y por eso se traslada de la aldea al pueblo y pasa sus días mendigando. Es una mujer que huye y sobrevive a la violencia machista, primero entre los aldeanos en el monte y más tarde en el pueblo. No hay denuncia ni drama, sino una mirada tranquila que se enlaza al paisaje: “Tenía el monte como un ojo fijo, puesto enfrente de mi mirada”; “Se ve que mi ojo mira el monte y se acuerda de algo”. Vera Pepa, en su huida interminable, encuentra algo en el paisaje, algo del orden de la intimidad y la memoria.
El segundo monólogo empieza así: “Hola, yo me siento y le hablo. Hola, me siento y le hablo. Yo me llamo Demut. No soy de acá, yo nací en otro país. Llegué de otro lugar y ahora me siento y le hablo. Le digo: quédese aquí y escúcheme”. Es la historia de una chica de quince años que mantiene una relación incestuosa con su hermano mayor. Los dos migran de Alemania a Argentina, escapando del frío, el hambre y la violencia.
El comportamiento de Demut y su modo de hablar son sumamente extraños y por eso es considerada por todos como una loca. Comunicarse es siempre un desafío: “No es la lengua lo que me cuesta; es hablar y punto. Me da cansancio decir lo que me imagino”.
Cuando la lengua expulsa, la tierra da sosiego. Demut descansa bajo un árbol de jazmín que le recuerda a su tierra natal: “Los que están en Alemania, están en otra planta. Allá, lejanos. Pero, de pronto, ellos tienen entrada en mi memoria bajo esta planta. Acá me ven, nunca se van. Desde su planta lejana, me miran”.
La tercera historia es la de Adriana o del amor verdadero. Adriana es una joven que cursa estudios universitarios y trabaja bordando trajes para un teatro. Ella cuenta lo que observa en el ballet, detalles sobre su vida cotidiana y sus experiencias sexuales.
El relato está centrado en lo que hacen y experimentan los cuerpos (el de las bailarinas y el suyo), que se mueven siempre entre el deseo y la violencia: “Todas las bailarinas en este teatro me dan lástima. Pienso que caminan como si el cerebro les pesase hasta la punta de los dedos. Me entristece la fuerza mental con la que usan el cuerpo”.
Comunicarse también es un problema para Adriana que, cuando no sabe bien qué hacer o qué decir, es atacada por una tos repentina: “Toso con la tos nerviosa. Me arde la garganta. Parece que voy a escupir un pedazo seco de papel escrito”.
Lo que más me gusta de esta obra es su rareza. Una rareza que atrae y convoca a la lectura. Una vez que se entra en el texto, no hay modo de salirse sin preguntarse por la lengua que inventa Marina Closs. Vivo en Argentina y sin embargo cuando leo me pregunto de dónde viene esa escritura. El castellano es mi lengua madre y sin embargo me pregunto cómo hace esa lengua para volverse tan ajena.
Esa voz extraña le da forma a la fantasía de un origen. Al origen de un país, de una región, de una lengua, de una literatura. ¿Cómo narrar la fantasía de un origen entre tanto desplazamiento y huida, entre tanta expulsión y violencia? No hay respuesta más bella, singular y rara, que la obra de Marina Closs. Sigámosle el rastro.
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